jueves, 13 de agosto de 2009
EVOCACIÓN
I
Gacelas heridas por la luna,
ebrias de luz,
descienden hasta el río.
El agua sueña el rumor de los siglos
y surgen desnudas las favoritas de los Omeyas
cada noche
cuando tus labios me precipitan en su dulce abismo.
II
Junto al muro de la mezquita milenaria
implacables verdugos
preceden a los gatos en su merodeo felino
ajenos unos y otros al muecín
y a la afilada hoja de su menguante luna.
Las ninfas de las aguas emergen
y buscan en las orillas a los vagabundos
seducidas por el titilar de sus navajas
y el fulgor de sus sueños erráticos.
Allá corre la sangre turbulenta bajo el puente
y el río desborda el cauce de los astros sonámbulos.
III
Setecientos jinetes con sus riendas de fuego,
sus ojos como brasas,
sobre la orilla izquierda
acechan y suscitan temor imponderable
y encienden la hoguera del miedo.
Escuchar la salmodia misteriosa del muecín
genera la inquietud expectante del que espera
peligros inminentes.
Transcurre el tiempo paralelo al agua.
Se esconden los espías sigilosos
entre las sombras del silencio nocturno.
Tan sólo la corriente rumorea la traición
cual oráculo líquido.
Por la secreta higuera
dagas centelleantes escalan las almenas.
Un afluente de sangre fluye raudo hacia el río.
La ciudad no despierta.
IV
¿Qué luz crepuscular te aflige,
princesa Azahara?
La voz del muecín
ahuyenta los últimos pájaros de la lluvia.
¿Quién en Bagdad anuncia
la madre de todas las batallas
al cabo de los siglos?
Desde el zigurat a Medina Azahara
el temblor de la historia recorre la distancia:
¿Quién afiló el alfanje y desgarró tu sueño?
(En la suave colina un joven arqueólogo
restaura inútilmente tu memoria)
***
Miguel Cobo Rosa
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2 comentarios:
¡Córdoba!
Muy bueno, Miguel.
Un abrazo,
Rigoletto
PS Se me olvidó decirte con la confusuión de Migueles, que estoy leyendo Expiación, de McEwan.
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