domingo, 30 de agosto de 2009

El semáforo


Esa chica de azul que espera ahí enfrente en el semáforo ¿quién será?, ¿de dónde vendrá?, ¿adónde irá con el bolso en bandolera? Parece vulgar. No sé nada de ella, aunque en otras circunstancias pudo haber sido quizá la mujer de mi vida. Por la calle, entre los dos, pasa un furgón de la policía y el aire de la ciudad se rasga con sirenas de ambulancia. La chica será secretaria, enfermera, ama de casa, camarera o profesora. En el bolso llevará un lápiz de labios, un peine, pañuelos de papel, un bono de autobús, polvos para la nariz y una agenda con el teléfono de unos primos del pueblo, de algún amigo, de algún amante. ¿Cuántos amores frustrados habrá tenido? Los anuncios de bebidas se licuan en las chapas de los automóviles. Hay un rumor de motores. La alcantarilla huele a flores negras. La joven me ve desde la otra acera y probablemente estará pensando algo de mí. Creerá que soy agente de seguros, un tipo calvo, muy maduro, con esposa y tantos hijos o que tengo un negocio de peletería, un llavero en el bolsillo, un ignorado carné de identidad, una úlcera de estómago y cincuenta euros en la cartera. Se oyen violentos chirridos de caucho, La tarde ya ha prendido las cornisas. El semáforo aún está en rojo.

Si esa mujer y yo nos hubiéramos conocido en cierta ocasión tal vez nos habríamos besado, amado, casado, odiado, gritado, reconciliado, e incluso separado. Lleva un abrigo azul. Parece un poco frágil y vulgar. No sé nada de ella. Desde el otro bordillo la chica también me observa. ¿qué estará imaginando? Que soy un sujeto anodino, operado de apendicitis, con muchas letras de cambio firmadas para comprar un coche. Sin embargo pude haber sido el hombre de su vida. Pude haberla llevado a la sierra con una tortilla o a Benidorm con grandes toallas y un patito de goma. Finalmente huye el último coche y el semáforo se abre. Por el paso de peatones la chica avanza hacia mí y yo hacia ella. Los dos, al cruzarnos, sorbemos sesgadamente nuestro rostro anodino con una mirada y al llegar cada uno a la acera contraria ya para siempre nos hemos olvidado. En la ciudad se oyen sirenas de ambulancia.



Manuel Vicent

2 comentarios:

JUAN CARLOS dijo...

Estimado paisano: aunque hace mucho tiempo que no nos echamos el lazo de nuestras vistas encima, decirte que te recuerdo de mis tiempos de juventud, testigo de los buenos ratos que pasé en nuestro pueblo las Torres Oscuras como tu bien cantas en tu poema. Te he descubierto buceando. Me llamo Juan Carlos Perez Lopez; me poarece muy interesante tu blog y pienso añadirlo a mis favoritos, para seguirlo con asiduidad. Para que me ubiques con certeza te diré que yo soy hijo de Domingo, el peluquero, más conocido por Churreta. Bueno te saludo de manera afectuosa y te adjunto mi e-mail y el enlace con mi blog, en el que también saco a relucir nuestro pueblo, pero no de una manera tan preclara como tú.
Recibe un fuerte abrazo. Por cierto , ¿cual es tu parentesco con mi buena amiga Esperanza, la esposa de mi amigo de la infancia Eulogio? No lo recuerdo bien. Lo dicho, un abrazo.

e-mail: juancarlosperezlopez@msn.com
blog: http://tcuento.blogspot.es/1249233000/tcuento-el-blog-de-juan-carlos-perez-lopez/

Otra cosa. Existe una pagina web de nuestra tierra que no sé si la conoces:torresoscuras.com; es muy interesante y tiene una curiosa sección llamada torreños por el mundo. Apúntate si no lo has hecho ya.

JUAN CARLOS PEREZ LOPEZ
BORMUJOS (SEVILLA) 665946109

Capitán Clostridium dijo...

Grandiosa reflexión sobre una escena cotidiana. Nos cruzamos con miles de personas al día, sin pensar en sus historias... Curioso.

Saludos, Miguel. Ya me tendrá más por aquí (se me acabó el periodo de vacancia y de vagancia).