miércoles, 28 de noviembre de 2012

DEMORA

 




Escucho el rumor de las horas al paso de un tren inesperado. Despliego las alas del tiempo y aguardo en el andén -la mirada perdida-  absorto en mis recuerdos. Cuento tramos de vía como líneas de vida: paralelas que juegan a buscar su geometría del azar y por mucho que se prolonguen  nunca se encuentran. Nada acaba en la bocana del presente y solo la memoria de un viaje sin rumbo proclama su vigencia y emerge entre fragmentos del pasado. Turbias fotografías de viajeros, suburbios espectrales de posguerras y hambre. El frío de las noches de inviernos y paraguas tristes que protegen de lágrimas. Cristales empañados y dedos que dibujan corazones o besos estampados de otros labios que han perdido palabras en la espera nocturna. La estación, ya vacía, teje brumas de ausencia entre luces ambiguas de nostalgia o de duda. Busco mi billete en los bolsillos de la melancolía,  mientras el tren se acerca con un silbido de impaciencia. ¿Qué hacer con este adiós sin despedida?





Miguel Cobo Rosa

                                                               ***

viernes, 9 de noviembre de 2012

PIEZAS DE EQUILIBRIO


                                                 Fotografía: Lourdes López Rodríquez


 

Franjas de luz fugaces, amarillas,
alumbran el andén. Me desvela
la turbia claridad que anuncia
una nueva estación. El vaho
empaña los cristales, la mirada.
Es gélida la noche. El corazón
ocupa en el vagón un espacio vacío.
Se va de mí. No espera
ya el final de este viaje sin destino.
Después de tanto tiempo
este tren es testigo del latido constante
de la melancolía.
Qué incierta la noticia del olvido
como tu adiós inerte: esa lágrima
última. La mano que no aprieta y desanuda
los dedos del amor, el equipaje huérfano,
recuerdos, fragmentos hechos trizas.
El tren se despereza entre olivos de sombra y agualuna.
La melodía del tiempo
es una densa bruma de trompeta:
El blues del desamparo recorre los vagones
con su negra tristeza. Túnel sin luz final.
¿Teje ahora Penélope o desteje?
¿Espera o desespera?
¿Dónde hilaba su música el olvido?
Miro el reloj ahora. Inerme me convoca
en su mórbida esfera inescrutable.
Y esta hora sin huso
sin latitud ni longitud posible
en el cambio de agujas que presiento
cae por su propio peso del infinito al cero,
se desploma del aire del reloj
y urde en la noche su proceloso sueño
cruzándose con trenes que regresan
desorientando brújulas, hiriendo catenarias.
Avanza el tren.
La soledad se espesa como nimbos veloces
atravesando el cielo. Hay una luna esquiva,
ajena al maquinista.
Con piezas de equilibrio
-leve en su gravedad-
ya mi alma viajera se deshace
y avanza, con el tren, imperturbable.
 
 


                      Miguel Cobo Rosa