martes, 3 de marzo de 2015

LOS RÍOS



                                      Foto: Aitor Agirregabiria. Flirck.com        


HAY ríos, como colas de fantasmas,
que cruzan las ciudades
sin que nadie los vea.
Son sumisos suicidas con fe de enamorados
que esperan alcanzar un cielo prometido,
una suerte de abismo o de abrazo
que diluya sus nombres para siempre.

En los días dorados del invierno,
hay viejos que se asoman a la vida,
y la vida es un río, fugitivo y ajeno.
Se sientan en los bancos, con sus ojos de buey,      
tertulian en los puentes soleados,
sin que nadie los vea,
y cuando cae la tarde, como miel,
y el silencio se apoya en las barandas,
descansan su mirada sobre el río,
eligen una ola o un remanso
y mueren despacito, codo a codo.
Por eso nunca están en las postales
que compran los turistas, ni salen en las fotos,
ni hay nadie que los vea.


***

Miguel Ángel Barrera Maturana

domingo, 1 de marzo de 2015

Agua clara




                                                       Foto: Shaun                                      

    La vida es el río que va a dar al mar, por supuesto, y también está claro que nunca nos bañaremos dos veces en la misma corriente, según dijo Heráclito, pero uno puede sentarse en la ribera entre las flores de esta incipiente primavera y contemplar cómo fluye el agua, que no es sino la propia memoria limpia o turbia. Existe el placer de remontar el cauce hasta llegar al manantial donde uno se bañaba de niño, aquellas risas, aquellos gritos, y recordar también los felices y turbulentos días de la adolescencia cuando era todavía agua plateada de alta montaña, tan fría e incontaminada la que llegaba a la cascada.

    Bajo la espesura de los sauces había plácidos remansos, que a veces un rayo de sol hería hasta el fondo de la madre y allí de joven la vanidad del cuerpo se fundía con el verde del agua desnuda. Pero hubo en momento en que la vida dejó de deslizarse suavemente sin peligro río abajo y en las riberas aparecieron los primeros cocodrilos. Recuerdas muy bien cuándo fue y quiénes eran esos enemigos. Después aún tuviste que atravesar un banco de pirañas antes de llegar a este prado de primavera donde ahora estás sentado contemplando cómo pasa el agua.

    El río tiene una doble corriente, una superficial y otra profunda, como sucede también en la vida. Este suave airecillo de marzo va a producir muy pronto un violento deshielo, y con la crecida por la superficie verás pasar junto con animales muertos, árboles arrancados de cuajo y enseres inútiles, todo lo que en ti fue vano y estúpido. En cambio, por el fondo del cauce a ciegas con el légamo fluirán hacia la muerte, hacia el mar, el esfuerzo que hiciste para no ceder al fracaso, los amores y sueños que hayas tenido, toda la belleza que pudiste obtener como un regalo en tu paso por la tierra. Pero nunca habrá que morir mientras en esta orilla sea primavera.

                                                              ***


Manuel Vicent