Foto: Aitor Agirregabiria. Flirck.com
HAY ríos, como colas de fantasmas,
que cruzan las ciudades
sin que nadie los vea.
Son sumisos suicidas con fe de enamorados
que esperan alcanzar un cielo prometido,
una suerte de abismo o de abrazo
que diluya sus nombres para siempre.
En los días dorados del invierno,
hay viejos que se asoman a la vida,
y la vida es un río, fugitivo y ajeno.
Se sientan en los bancos, con sus ojos de
buey,
tertulian en los puentes soleados,
sin que nadie los vea,
y cuando cae la tarde, como miel,
y el silencio se apoya en las barandas,
descansan su mirada sobre el río,
eligen una ola o un remanso
y mueren despacito, codo a codo.
Por eso nunca están en las postales
que compran los turistas, ni salen en las
fotos,
ni hay nadie que los vea.
***
Miguel Ángel Barrera Maturana

5 comentarios:
Qué buen poema. En él imagen y palabras establecen un diálogo fluido y armonioso. Las postales turísticas necesitan la pretenciosa belleza de los monumentos. las sombras humildes siempre pasan inadvertidas; pero están ahí, para que versos como los tuyos las rescaten y den un aliento vital duradero.
Gracias en nombre de Miguel Ángel Barrera Maturana. A mí también me pareció un poema excelente, digno de figurar en cualquier antología. Máxime tratándose de un blog como éste cuyo leitmotiv literario principal son los ríos.
Un abrazo, José Luis.
Muchísimas gracias a ambos.
cómo fluye este poema, cómo si río!!
un ejercicio poético sin discusión.
abrazo. al autor y al editor
Fluye armonioso, un hermoso poema, Miguel, excelente elección
Otro abrazo
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