martes, 23 de junio de 2009

Un problema sin resolver


Había resuelto matemáticamente todos los problemas
(los suyos y los del planeta).
Había obtenido la raíz cúbica del hambre,
el logaritmo en base diez de la soledad.
El seno de Carmen y el coseno de Eva.
Había elevado a la enésima potencia los orgasmos
y reducido a la mínima expresión el odio contenido en la memoria.
Había sumado miradas
y aplicado la propiedad conmutativa
a las condenas a cadena perpetua y a la silla eléctrica.
Había hallado la derivada de una lágrima y la integral de un beso.
Había calculado infinitesimalmente los largos días
y las frías noches.
Hallado el área de los sueños, el volumen del amor
y la superficie de los círculos viciosos.
Había cribado –cual un nuevo Eratóstenes- del cero al infinito
el alfa y el omega, la náusea y la caricia, el ser y la nada.

Mas nunca logró resolver
(por más que lo intentara su algebraico cerebro)
lo más elemental:
Por qué un hombre sin rostro deambula errático,
a la hora de las sombras, revolviendo basuras.
Por qué la sangre desborda las arterias,
se vierte y se divierte con balas y cuchillos de letal terciopelo
y agujas imanadas de intravenoso celo.
Por qué se duerme un niño para siempre “en la cuna del hambre”.
Por qué el subsuelo se nutre de mineros.
Por qué el río se detiene al lado de un suicida
Por qué un negro puede morir entre algodón sin que tiemblen
las manos de Picasso
(por qué suenan sirenas en el Mississippi).
Por qué la noche corre tras las nubes como en West side story
y el viento se evapora y arrastra las esporas del silencio y del miedo.
Por qué los tigres y por qué los antílopes.
Por qué la música, por qué la palabra…
Por qué ella se fue aquella tarde tibia (tras vestirse despacio)
bajo la lluvia atlántica
y se perdió en las calles de una ciudad cualquiera.
(Sonaba la trompeta de Louis Armstrong)

***

Miguel Cobo Rosa



Texto dedicado a mi amiga María José Moya, profesora de Matemáticas con mucha química; coleccionista de ecuaciones poéticas y de poemas trigonométricos

1 comentario:

Capitán Clostridium dijo...

Has integrado mucha genialidad en ese conjunto (y subcojuntos) de palabras.
Saludos desde el blog cuya area es Π·R2