viernes, 26 de junio de 2009

Cabo San Vicente


1

Esperó,
tras una larga noche de trenes
sin sentido,
la llegada del día,
su luz reveladora que venciera al insomnio,
en el último banco
del andén.


2

Más allá de los límites
del infinito,
donde la nada se extiende como un mar
sin nombre,
se encuentra la isla de los sueños
donde habitan los sobremurientes
de todos los naufragios.


3

Vagar
por los confines del vacío
como un suicida
sin solución mortal.
Ir del zahir al vértice
del tiempo
antes de despertar.


4

Sólo el viento del norte
se atreve a contestarme
en este acantilado que precede al abismo.
Olas que son palabras,
espuma de las dudas que rompen
en las rocas
con la furia del tiempo
harto de la soberbia de los hombres.



5

Más vale no nacer,
porque una sola lágrima
anega el corazón
y sus contornos.

Reniego del oxígeno
y sus brisas.

Regreso a la placenta
al limbo
al primigenio cero
de la nada.



6

Donde no escribí nada
y mi voz sonó muda,
fue allí donde la noche
se hizo página del tiempo
y se decanta
gota a gota,
con la lentitud de los planetas desorbitados,
el océano de la sabiduría.

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