Se van quedando atrás las luces del andén. Veloces arrabales de chabolas, sórdidos basureros que revelan al tren su atroz miseria. Atrás trenes varados de Explosivos Riotinto con nostalgia de puertos de interior. Vagones industriales, maniobras de obreros taciturnos de RENFE en cisternas de REPSOL y máquinas ancladas en vía muerta, esperando un enganche de PROFIL. Convulsivos vaivenes, silbidos insurgentes, consagran el lunes laboral a un ritmo ritual y recurrente –ora rebelde, otrora resignado- de perpetua cadena o condena mortal. Vagabundos nocturnos de entrevías, sin lágrimas ni historias que contar. Polizones del tiempo, furtivos al estribo de un viaje que acaba sin llegar a otra estación.
Hay estrellas de acero en los cuarteles. Hangares donde duermen sombrías fieras de fuego y de metal. Pesadillas de monstruos prestos a despertarse. El tren no silba ahora y cruza sigiloso las sombras militares. Penurias de cuartel, de frías madrugadas, tercera imaginaria hasta el próximo tren.
Por los pasillos del vagón hay un trasiego de jóvenes alegres con guitarras y sueños de raíl. Abren las ventanillas y entran luces fugaces que deslumbran y proyectan las dudas del desvelo, su inane desconcierto. Me tortura el fanal de esta estación fantasma. Me acerco al café-bar sonámbulo y funámbulo, ese vagón de extraños que rumian sus recuerdos. Leen posos del café de libido y delirio que anuncian más viajes en los viejos expresos de medianoche.
Hay estrellas de acero en los cuarteles. Hangares donde duermen sombrías fieras de fuego y de metal. Pesadillas de monstruos prestos a despertarse. El tren no silba ahora y cruza sigiloso las sombras militares. Penurias de cuartel, de frías madrugadas, tercera imaginaria hasta el próximo tren.
Por los pasillos del vagón hay un trasiego de jóvenes alegres con guitarras y sueños de raíl. Abren las ventanillas y entran luces fugaces que deslumbran y proyectan las dudas del desvelo, su inane desconcierto. Me tortura el fanal de esta estación fantasma. Me acerco al café-bar sonámbulo y funámbulo, ese vagón de extraños que rumian sus recuerdos. Leen posos del café de libido y delirio que anuncian más viajes en los viejos expresos de medianoche.
4 comentarios:
Si RENFE le leyera adaptaría alguna parte a algún spot televisivo. Yo también me "embarcaría" en el Oriente Express, para abrir la ventanilla próxima a mi sillón y lanzar mis quejas al viento. A ver si alguien las recoge.
Deliciosa evocación de ese desamparo vital de las estaciones. Lo asocio a la mili en nuestro (¿nuestro, pardiez?) cuartel de artillería tan próximo a la estación y tan próximo al barrio rojo de aquella Córdoba del 72...
Un abrazo,
Rigoletto
Rigo, en la redacción inicial aparece el RACA 42 (con eso te lo digo todo)
Estimado Miguel: breve, e intenso; tanto como el lejano silbato de un tren imaginario que pensamos coger a cada instante, pero al que nunca vemos parar en nuestra estación, su estela perdiéndose entre las ramas de los olivos, sus luces difuminándose en un horizonte donde un matarife se enjuagó sus rojas manos. Simplemente, andamos los andenes de una estación fantasma, la de nuestros recuerdos.
Abrazos amigo.
JUAN CARLOS PEREZ LOPEZ
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