lunes, 14 de septiembre de 2009

Resplandores de ausencia


Está el andén vacío, la estación sola.
Pasó el último tren. Los viajeros
subieron al vagón. Queda el silencio.
Un silencio sonoro de música que huye.
La nada se extendía con una luz distinta.
Ni ángeles ni sombras ni humanos
ni recuerdos: ni Dios quiso quedarse.
Desde la catenaria descendían raros pájaros.
Eran aves eléctricas de luz artificial,
relámpagos de miedo, resplandores
de ausencia. Alguien olvidó un libro
y un paraguas de sueños. Mientras amanecía
se diluyó una estrella. Se abrió
una puerta estrecha. Se fue la soledad.
Encendieron dos velas. Buscaron una agenda.
Había un mensaje tuyo en el buzón de voz.
Era un húmedo jueves del final del invierno.



Fotografía de Alfonso C. Cobo: Estación de Sablé

2 comentarios:

Capitán Clostridium dijo...

No tengo palabras...
¡Ah! Agradecer sus (necesarios e inteligentes) comentarios en mi blog, como le dije allí, enriquecen cada entrada que creo. Muchas gracias, Miguel.

Anónimo dijo...

Joder, Miguel. Me has dejado escalofriado. Es un bellísimo poema. El día que insertes uno más flojo, se te echará encima toda la claca (incluido yo) pidiendo sangre.
Repito: bellísimo.
Un abrazo agradecido.
Rigoletto