
A veces la noche regresa
de darse una vuelta por la humanidad
(que es lo mismo que decir por la eternidad)
y en lugar de traerme una canción
con el recuerdo de aquella chica de septiembre
(Dio come ti amo)
me acerca los sueños de un cayuco
en la inmensa soledad del océano
a la luz de la luna,
donde los gemidos traducen el eco de la nada
-el mar tranquilo e inmensamente bello-
y todo el clamor de la desesperación de los desheredados
me anuda en la garganta apenas cien palabras
que debieron ser lágrimas.
A veces la noche regresa de darse una vuelta.