martes, 6 de diciembre de 2016

CÉFIRO



Nos adorna el paisaje.
Por ejemplo,
ella deja que el sauce le roce con sus ramas
y yo que el céfiro caliente deposite jazmín
en mi barbilla.
Estiramos los cuerpos junto al río
como si fuesen rocas decorando la tarde.
Ella contempla el agua ondulando la luz,
la luz contempla el agua ondulándola a ella.
Se aleja la ciudad desde nuestras riberas,
pero vienen abejas con su baile celeste
y caballos y vacas jugando como perros.
–Las bestias– me susurra –son caricias del agua.
El céfiro caliente se cuela entre nosotros
llevándose las ramas de sauce de su pelo
y el jazmín que perfila de blanco mi barbilla.
Observamos la luz ensortijar el río
y el río nos observa envueltos en el céfiro.
Ya no somos dos ciegos que tiemblan ante el alba,
ahora somos videntes desvelando las sombras.

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