martes, 29 de mayo de 2012

El río abre la boca



El loco se sube al pretil del puente. Parece un predicador ascendiendo a un púlpito muy alto.
El río se enturbia con su sombra. Es un río sin peces, de aguas violentas y, ahora, también expectantes.
Ha hecho un día extraño. Empezó claro y quieto. Se oía el canto de los pájaros invernales burlándose del frío, y se divisaban, allá en lontananza, perfiles montañosos escarpados, que bien pudieran haber pasado por idílicas geografías soñadas. Las gentes andaban resueltas por la mañana. Cubiertas por anchos sombreros y embozadas en ropas gruesas, se les veía a buen paso y con gesto animoso, en cualquier caso.
Pero algo más tarde del mediodía, tras esa llamada de teléfono en la que el loco ha escuchado la palabra adiós, la tarde se ha mudado de tinieblas y se ha levantado un viento ensordecedor, que ha callado los trinos y ha revuelto de hojarasca la visión de los lejanos paisajes, haciéndolos prácticamente invisibles y sólo imaginados. Apenas se ven ahora paseantes. Tres o cuatro a lo sumo. Ausentes y miedosos.
El río abre la boca. Juraría que incluso se ha relamido de tanta hambre que tiene, pues ya hace dos días del último bocado al que le hincó el diente.
El loco cierra los ojos y abre los brazos. Parece un predicador sermoneando en latín a unos peces que no existen.




Relato "riográfico" de Raúl Ariza Pallarés, incluido en su último libro "La suave piel de la anaconda". Gracias a Raúl por su generosidad, al permitirme publicarlo en este blog.

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9 comentarios:

PASTORAL dijo...

¡Buen blog! Me quedo por aquí. Saludos desde Granada.

XuanRata dijo...

Para el loco será suave la piel del río, casi tanto como la de la anaconda, de la que tal vez toma su forma.

Lo Siento por Interrumpir dijo...

Un relato preciso y precioso.

A.Torrante dijo...

Al menos no se tiró debajo de un tren...Esos son los peores porque encima le joden la vida a los demás pasajeros que intentan vivir su vida como pueden. Algunas veces resulto un poco despiadado con la gente demasiado sensible o que ilusoriamente cree que el amor es para siempre...

Miguel Cobo dijo...

Gracias, Eloy. Bienvenido. Amplías la nómina de amigos granadinos vinculados al ámbito de la blogosfera.

Saludos desde Córdoba.

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Ciertamente,Xuan, la anaconda es un ofidio riográfico en el fondo y en la forma. Un auténtico habitante del río.

Un abrazo

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Me alegra ver una libélula revoloteando por el río e "interrumpiendo" nuestro discurrir. Comparto tu opinión sobre el relato y felicitamos a Raúl por su precisión y por su preciosismo.

Besos.

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Ato, me encanta ese contrapunto sarcástico y pragmático que añades con tus comentarios.

Un abrazo.

Marisa dijo...

Impresionante personificación de ese río negro abriendo sus fauces a los heridos por la hoja afilada del desamor. Estoy realmente impresionada de como Raúl Ariza ha conseguido describir una imagen-sentimiento con tanta lírica y perfección. Sobra decir que ya tengo otro libro en la cola paciente de espera de mi biblioteca.
Gracias, Miguel, por traerlo y por este aperitivo que me ha parecido exquisito.

Tendremos cuidado con los ríos que se relamen incluso con sombras.

Un beso enorme.

Wircondy.com dijo...

Huau!

Miguel Cobo dijo...

Marisa, Raúl forma parte desde ya de esta red hidrográfica por derecho propio y nos propone una mirada nueva y subyugante desde el puente, además de una invitación irresistible a otras prometedoras lecturas.
Gracias a ti, una vez más, y me alegra que te haya gustado.

Un beso, amiga.


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frank, bienvenido. Gracias por tu lectura y por tu comentario, no por breve menos expresivo.

Saludos.

Alberto Granados dijo...

La sombra del loco enturbia el río. Todo un hallazgo.
Me gusta, Miguel.

Un abrazo granaíno.

AG