lunes, 16 de abril de 2012

El corazón de las tinieblas

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Ilustración: http://www.blogdecine.com/directores/coppola-en-el-corazon-de-las-tinieblas



Remontar aquel río era como volver a los inicios de la creación cuando la vegetación estalló sobre la faz de la tierra y los árboles se convirtieron en reyes. Una corriente vacía, un gran silencio, una selva impenetrable. El aire era caliente, denso, pesado, embriagador. No había ninguna alegría en el resplandor del sol. Aquel camino de agua corría desierto, en la penumbra de las grandes extensiones. En playas de arena plateada, los hipopótamos y los cocodrilos tomaban el sol lado a lado. Las aguas, al ensancharse, fluían a través de archipiélagos boscosos; era tan fácil perderse en aquel río como en un desierto, y tratando de encontrar el rumbo se chocaba todo el tiempo contra bancos de arena, hasta que uno llegaba a tener la sensación de estar embrujado, lejos de todas las cosas una vez conocidas... en alguna parte... lejos de todo... tal vez en otra existencia. Había momentos en que el pasado volvía a aparecer, como sucede cuando uno no tiene ni un momento libre, pero aparecía en forma de un sueño intranquilo y estruendoso, recordado con asombro en medio de la realidad abrumadora de aquel mundo extraño de plantas, y agua, y silencio. Y aquella inmovilidad de vida no se parecía de ninguna manera a la tranquilidad. Era la inmovilidad de una fuerza implacable que envolvía una intención inescrutable. Y lo miraba a uno con aire vengativo. Después llegué a acostumbrarme. Y al acostumbrarme dejé de verla; no tenía tiempo. Debía estar todo el tiempo tratando de adivinar el cauce del canal; tenía que adivinar, más por inspiración que por otra cosa, las señales de los bancales ocultos, descubrir las rocas sumergidas.




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                                                                    ***

5 comentarios:

José Luis Martínez Clares dijo...

Efectivamente, riografías de enormes dimensiones. Un abrazo.

Alberto Granados dijo...

...el horror, el horror.
Para mí fue una sorpresa redescubrir el horro de Conrad a través de Vargas Llosa.
Espero poema.

Un abrazo,

AG

Rodolfo Serrano dijo...

Amo este libro...

Juan Herrezuelo dijo...

“Yo pedí una misión –decía Wilard en la película de Coppola- y por mis pecados me dieron una”. Eso era en Vietnam, muchos años después de que Marlow hubiera anticipado en las páginas de un libro aquel viaje al corazón de las tinieblas: a los más tempranos orígenes del mundo. El retorno al horror -¡el horror!- se hace remontando un río, y sus aguas cruzan este blog-rivers donde acabarán dándose cita todos los ríos, todas las corrientes, todos los meandros... Un abrazo fuerte.

XuanRata dijo...

Una metáfora tan viva que no parece una metáfora.