I
Inicia su viaje entre las notas mudas
de cada adiós. Abraza
la otoñal ausencia que se gesta
en el núcleo del alma. Destila
toda la soledad y su melancolía
la nueva luz que madura en las uvas de octubre.
Se vislumbra otro tiempo. Te esperan
otras voces. Era
este refugio de amistad y añoranza
algo más que azahar,
preludio de los cítricos silvestres.
Ahora lees otros versos
con ese digno oficio que requiere el silencio,
la atención de la brisa indolente de un inhóspito ámbito.
Huye y vuelve: Migra como las aves y retorna este invierno.
Siempre habrá un sol cálido en la plaza.
II
Árbol de hoja caduca
el de esta vida efímera
cuya sombra imposible
no protege mis dudas.
Hojas del calendario
caídas del silencio
de una agenda sin notas
como un tiempo vacío
de imperfecto pretérito
donde nadie escribió
para no recordar
ni una cita ni un nombre
ni tan siquiera un número
para poder llamarte.
III
Sin ser de mí
te busco
a la luz del ocaso
ajeno al resplandor
que desgarra la tarde
en su penumbra herida
y encuentro en tu refugio
el hogar protector
la ventana entreabierta
vistas al infinito
IV
Octubre, el tren
se acerca.
Hay un humo
sin fuego en el andén
de alguien que sueña
y fuma.
Llega el AVE de paso;
se posa unos minutos
breves como la página
que sólo leen tus ojos.
Caen las primeras hojas
en el parque cercano.
Si el tren te lleva ahora,
será otoño. Seguro.
V
A veces la noche regresa
de darse una vuelta por la humanidad
(que es lo mismo que decir por la eternidad)
y en lugar de traerme una canción
con el recuerdo de aquella chica de septiembre
(Dio come ti amo)
me acerca los sueños de un cayuco
en la inmensa soledad del océano
a la luz de la luna,
donde los gemidos traducen el eco de la nada
-el mar tranquilo e inmensamente bello-
y todo el clamor de la desesperación de los desheredados
me anuda en la garganta apenas cien palabras
que debieron ser lágrimas.
A veces la noche regresa de darse una vuelta.
VI
El reloj de la vida no recupera el tiempo
de una tarde de lluvia.
La cortina de agua levemente rasgada por la monotonía
de un recuerdo infantil
que evocara Machado en una humilde escuela
segrega una mirada como un hilo de seda sobre el pasado efímero.
Era aquel temps de pluja que cantara Serrat,
su balada de otoño deshecha entre los surcos de la melancolía
con que hiere la aguja de zafiro su disco;
el brazo articulado que siembra en el vinilo recuerdos y caricias,
suaves roces de piel, dedos que se deslizan por blusas entreabiertas…
Y el crepitar monótono que dejó la canción tras las últimas notas
girando para siempre en la memoria joven y enamorada
de aquella lluvia fértil…
Dulce ebriedad del alma borrascosa y proustiana,
esta tarde de Brighton, al sur de mi ventana:
Lluvia tras los cristales, gin tonics y canciones.
VII
Se va noviembre
con una luz de invierno que duda en el crepúsculo
como la vida y tú.
Nos cambiamos de ropa para no ser los mismos
de cada atardecer delante del espejo
que oculta en el armario las prendas de otros años.
Su memoria textil ya vuela con las nubes
cual algodón hidrófilo que empapa la hemorragia
de recuerdos y lluvia.
Noviembre y tú
con un cierto aire triste
(te cae bien esa blusa)
de estreno en multicines y tarde de domingo
VIII
Próxima a mí, tu soledad me abraza
tus dedos me dibujan, tu corazón me nombra
y tu nombre me escribe la primera palabra.
Ojos para soñarte al apagar la luz
del mismo día siempre. El paisaje
no es ya el del dulce septiembre,
tan nítido en sus límites cromáticos.
Ha cambiado el verdor
o tal vez sean los iris los que ya no perciben
el ámbito del ojo.
¿Ahora dónde estamos?
Tu soledad me abraza.
Los dos yacemos fríos sin nieve presentida,
nuestros labios tan juntos.
Ese gélido beso nos congela la voz
y el tibio corazón se hiela en la memoria
del eterno recuerdo,
porque un niño impreciso contempla ensimismado
nuestra fotografía una tarde de invierno
del futuro imperfecto.
5 comentarios:
Bueno, ahora sí que veo esta especie de testamenteo poético. Magnífico, pero algunos m esuenana deja vu.
Me pregunto qué nos espera en lo que tú llamas nueva etapa.
Y feliz cumpleaños.
Miguel: enhorabuena por esta recopilación. Enhorabuena y gracias. Ayer escuchaba un programa de radio, en donde alguien se preguntaba en voz alta cuál es el proceso mediante el cual en el cine, en la literatura, en las canciones, siempre buscamos esa situación, ese personaje que parece que es reflejo de nosotros. Ese deseo de sentirse identificado, esa catarsis es algo natural y necesario. Así me siento yo ahora, al leer tus poemas. ¿Por qué será que algo de ellos me resulta familiar?
Alberto, claro que te suenan a "déjà vu": Todos han sido publicados a lo largo del año y pico del blog. Los he actualizado y puesto al día con un hilo conductor estacional con el que pretendo que cobren un especial sentido. A lo mejor "les feuilles mortes" ,con ese Yves Montand maduro y decantado, terminan de completar este paisaje con figuras.
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María, María, María, María...Leonard Bernstein, West side story...
Una melancólica antología que merece ir más allá de un blog y devenir un libro a no perder de vista ni de manos.
Glòria, con que merezca vuestra atención, vuestra lectura y vuestros generosos comentarios ya es suficiente. Gracias, con este guiño serratiano (de su Temps de pluja):
"A prop del foc, per a tots hi ha lloc"
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