viernes, 24 de septiembre de 2010

INVENTARIO DE OTOÑO

Coincidiendo con mi cumpleaños, con el cambio de estación y con mi aterrizaje reciente en el planeta "Júbilus", cierro un ciclo del blog con estas hojas caídas de mi calendario vital , a modo de pequeña antología personal que anuncia, si no una metamorfosis, tal vez un nuevo tiempo que espero sea fructífero y creativo.







I

Inicia su viaje entre las notas mudas

de cada adiós. Abraza

la otoñal ausencia que se gesta

en el núcleo del alma. Destila

toda la soledad y su melancolía

la nueva luz que madura en las uvas de octubre.

Se vislumbra otro tiempo. Te esperan

otras voces. Era

este refugio de amistad y añoranza

algo más que azahar,

preludio de los cítricos silvestres.

Ahora lees otros versos

con ese digno oficio que requiere el silencio,

la atención de la brisa indolente de un inhóspito ámbito.

Huye y vuelve: Migra como las aves y retorna este invierno.

Siempre habrá un sol cálido en la plaza.



II


Árbol de hoja caduca

el de esta vida efímera

cuya sombra imposible

no protege mis dudas.

Hojas del calendario

caídas del silencio

de una agenda sin notas

como un tiempo vacío

de imperfecto pretérito

donde nadie escribió

para no recordar

ni una cita ni un nombre

ni tan siquiera un número

para poder llamarte.




III


Sin ser de mí

te busco

a la luz del ocaso

ajeno al resplandor

que desgarra la tarde

en su penumbra herida

y encuentro en tu refugio

el hogar protector

la ventana entreabierta

vistas al infinito




IV


Octubre, el tren

se acerca.

Hay un humo

sin fuego en el andén

de alguien que sueña

y fuma.

Llega el AVE de paso;

se posa unos minutos

breves como la página

que sólo leen tus ojos.

Caen las primeras hojas

en el parque cercano.

Si el tren te lleva ahora,

será otoño. Seguro.




V


A veces la noche regresa

de darse una vuelta por la humanidad

(que es lo mismo que decir por la eternidad)

y en lugar de traerme una canción

con el recuerdo de aquella chica de septiembre

            (Dio come ti amo)
me acerca los sueños de un cayuco

en la inmensa soledad del océano

a la luz de la luna,

donde los gemidos traducen el eco de la nada

-el mar tranquilo e inmensamente bello-

y todo el clamor de la desesperación de los desheredados

me anuda en la garganta apenas cien palabras

que debieron ser lágrimas.

A veces la noche regresa de darse una vuelta.



VI


El reloj de la vida no recupera el tiempo

de una tarde de lluvia.

La cortina de agua levemente rasgada por la monotonía


de un recuerdo infantil

que evocara Machado en una humilde escuela

segrega una mirada como un hilo de seda sobre el pasado efímero.

Era aquel temps de pluja que cantara Serrat,

su balada de otoño deshecha entre los surcos de la melancolía

con que hiere la aguja de zafiro su disco;

el brazo articulado que siembra en el vinilo recuerdos y caricias,

suaves roces de piel, dedos que se deslizan por blusas entreabiertas…

Y el crepitar monótono que dejó la canción tras las últimas notas

girando para siempre en la memoria joven y enamorada

de aquella lluvia fértil…

Dulce ebriedad del alma borrascosa y proustiana,

esta tarde de Brighton, al sur de mi ventana:

Lluvia tras los cristales, gin tonics y canciones.



VII


Se va noviembre

con una luz de invierno que duda en el crepúsculo

como la vida y tú.

Nos cambiamos de ropa para no ser los mismos

de cada atardecer delante del espejo

que oculta en el armario las prendas de otros años.

Su memoria textil ya vuela con las nubes

cual algodón hidrófilo que empapa la hemorragia

de recuerdos y lluvia.

Noviembre y tú

con un cierto aire triste

(te cae bien esa blusa)

de estreno en multicines y tarde de domingo




VIII


Próxima a mí, tu soledad me abraza

tus dedos me dibujan, tu corazón me nombra

y tu nombre me escribe la primera palabra.

Ojos para soñarte al apagar la luz

del mismo día siempre. El paisaje

no es ya el del dulce septiembre,

tan nítido en sus límites cromáticos.

Ha cambiado el verdor

o tal vez sean los iris los que ya no perciben

el ámbito del ojo.

¿Ahora dónde estamos?

Tu soledad me abraza.

Los dos yacemos fríos sin nieve presentida,

nuestros labios tan juntos.

Ese gélido beso nos congela la voz

y el tibio corazón se hiela en la memoria

del eterno recuerdo,

porque un niño impreciso contempla ensimismado

nuestra fotografía una tarde de invierno

del futuro imperfecto.

5 comentarios:

Alberto Granados dijo...

Bueno, ahora sí que veo esta especie de testamenteo poético. Magnífico, pero algunos m esuenana deja vu.
Me pregunto qué nos espera en lo que tú llamas nueva etapa.
Y feliz cumpleaños.

María Jiménez Aguilar dijo...

Miguel: enhorabuena por esta recopilación. Enhorabuena y gracias. Ayer escuchaba un programa de radio, en donde alguien se preguntaba en voz alta cuál es el proceso mediante el cual en el cine, en la literatura, en las canciones, siempre buscamos esa situación, ese personaje que parece que es reflejo de nosotros. Ese deseo de sentirse identificado, esa catarsis es algo natural y necesario. Así me siento yo ahora, al leer tus poemas. ¿Por qué será que algo de ellos me resulta familiar?

Miguel Cobo dijo...

Alberto, claro que te suenan a "déjà vu": Todos han sido publicados a lo largo del año y pico del blog. Los he actualizado y puesto al día con un hilo conductor estacional con el que pretendo que cobren un especial sentido. A lo mejor "les feuilles mortes" ,con ese Yves Montand maduro y decantado, terminan de completar este paisaje con figuras.

*******

María, María, María, María...Leonard Bernstein, West side story...

GLÒRIA dijo...

Una melancólica antología que merece ir más allá de un blog y devenir un libro a no perder de vista ni de manos.

Miguel Cobo dijo...

Glòria, con que merezca vuestra atención, vuestra lectura y vuestros generosos comentarios ya es suficiente. Gracias, con este guiño serratiano (de su Temps de pluja):

"A prop del foc, per a tots hi ha lloc"