Escucho el rumor de las horas al paso de un tren inesperado. Despliego las alas del tiempo y aguardo en el andén -la mirada perdida- absorto en mis recuerdos. Cuento tramos de vía como líneas de vida: paralelas que juegan a buscar su geometría del azar y por mucho que se prolonguen nunca se encuentran. Nada acaba en la bocana del presente y solo la memoria de un viaje sin rumbo proclama su vigencia y emerge entre fragmentos del pasado. Turbias fotografías de viajeros, suburbios espectrales de posguerras y hambre. El frío de las noches de inviernos y paraguas tristes que protegen de lágrimas. Cristales empañados y dedos que dibujan corazones o besos estampados de otros labios que han perdido palabras en la espera nocturna. La estación, ya vacía, teje brumas de ausencia entre luces ambiguas de nostalgia o de duda. Busco mi billete en los bolsillos de la melancolía, mientras el tren se acerca con un silbido de impaciencia. ¿Qué hacer con este adiós sin despedida?
Miguel Cobo Rosa
***