martes, 2 de marzo de 2010

Ansiedad


En la orfandad del fin de las tardes de marzo
se respira tristeza
mezclada con oxígeno y otros gases innobles
que atraviesan las dudas de crepúsculos grises.
Noticias de catástrofes lejanas en la radio de fondo.
A veces el recuerdo de un rostro familiar
que ya no está o dice adiós muy lentamente.
La vida que transcurre rutinaria y monótona
ajena el sufrimiento de los otros.
La herida insolidaria del olvido que reabre una canción inesperada
en la emisión de tarde.
El dolor inconcreto que marca en los viandantes
un rictus abatido que denota una pérdida.
La cajera del súper no puede con su alma:
-Tres euros con cuarenta.
Dos kilos de naranjas y una tarde de invierno

Miguel Cobo

Foto: Lo que dura un beso, de Alberto García Alix

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo un tratado de tardes de invierno. Mucha "poesía de la experiencia", maestro. Me gusta.
Rigoletto

Miguel Cobo dijo...

Eso de maestro no lo puedo evitar. Y tú tampoco. (Aunque en cierta ocasión el sargento Carrillo me llamó "maestrillo").

María dijo...

Miguel, es un placer llegar hasta ti y poder disfrutar de tus escritos. Ha sido muy grata tu visita, te enlazo para tenerte más cerca. Hasta pronto.