jueves, 27 de octubre de 2011
Malos tiempos para mi lírica
I
Las plegarias de este lánguido otoño
no interceden por mí,
indigno de estos versos,
y minuciosamente los deshago, dios
de la poesía sagrada, padre omnipotente.
Ya han celebrado la nueva liturgia
los novísimos en sus aras de mármol.
El sacrificio ofrece el sumo sacerdote.
Al levantar la copa consagra
la verdad,
la única verdad de la belleza,
si bien su faz histriónica
esboza un gesto de soberbia.
Bebe su turbio vino, se traga
las palabras. Un hombre
se arrodilla e inclina la cabeza.
Nadie sabe si gime o se arrepiente
mientras el cirio arde y se consume.
Tras la puerta del templo
la muchedumbre bulle
ajena al paradigma
del nuevo dogma revelado:
Ambulancias, sirenas, signos conceptuales,
iconos metamórficos de luces impacientes;
flashes, pasos, semáforos,
navajas, sueños, músicas…
Polifonía del caos para ordenar la nada.
II
Reducido en su cúpula
el aire traza un círculo
y se cierra
en la esfera de piedra
que descuelga una lámpara de lágrimas.
La vidriera clausura
la luz desvencijada que destila el crepúsculo.
El coro en la penumbra tamizada
dicta un preludio mudo
al silencio del órgano.
Desde la sillería
la oración del diácono conmueve las columnas
de la nave central
que cruza un hombre arrepentido
y solo.
Miguel Cobo
***
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8 comentarios:
Yo confieso también que son malos tiempos para la lírica, pero la tuya es una delincuente del tiempo.
Me convertiré en cómplice de tu secreto.
Besos hitchcockainos.
Yo confieso haber oído un silencio coral trazar un círculo en la cúpula de tu poema, haberlo oído gotear quemante desde la llama de las plegarias hasta la soledad del arrepentido. Qué mano tienes para deshacer versos, Miguel.
Malos para la de todos, Miguel.
Bebamos pues nuestra desventura, que ni mal dura cien años ni uno si en compañía se alivia.
Parece que hay más de uno en (mala) racha: da la sensación de que no hay ni tiempo ni lírica.
Esto va por rachas y ahora me tocan 62 años de la mala. Aguantremos mientras llega la buena racha, la buena racha...
Salud, acierto y optimismo, compañero del alma.
AG
Miguel, leyendo estos versos he lamentado, y mucho, que Carlos no los pueda leer: le habrían gustado y mucho. Ya lo hago yo por él.
¡Bravo!
Beso, A.
Y yo confieso haber disfrutado la poesía, sin aún saber bien si la entendí.
El nombre del autor parece un verso más, el último que cierra ese otro círculo que es el poema, pero abierto, circuferencia que no encierra, rueda, bordeando siempre la belleza.
Qué hermoso no entender, degustar sin saber, apreciar el sonido de las palabras, su mampostería fonética, el gusto a música recién izada en el aire, Miguel. La oración de la que hablas. Tiene esta poesía a Dios detrás. Un Dios, al cabo. No Dios. El dios de las pequeñas lujurias poéticas.
Estamos solos, pero bien acompañados.
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