A veces pienso que el río se detiene
y contempla el paso de la vida
que va dejando el hombre.
Afán de ir y venir. Una estela
de pasos incesantes
persiguiendo las huellas indelebles
de alguien que se acercó
hasta la tenebrosa orilla del tiempo inexorable.
Y allá varada espera
la barca de los sueños ilegibles
con sus músicas mágicas: agua, agua,
quietud del alma líquida del triste
que contempla su rostro vencido
por los surcos de los días sin memoria,
arboleda sin viento, lunas sin beso.
Sólo la orilla opuesta
atisbada en las sombras que la bruma proyecta,
intuye una exigua esperanza.
Reedición.
1 comentario:
Pues vuelve a gustarme este río inapelable. No sé cómo se me ha pasado este poema desde el viernes.
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