Voraz era la música
tragaba mis sentidos
devoraba mi alma
el órgano inundaba
eriales de silencio
en zonas de mi mente
donde reinaba el eco
de antiguos saxofones
provenientes del sur
allá donde la voz
desgarra el aire
con soplidos asmáticos
de jazz antropofágico
que sorbe hasta los tuétanos
del hueso más recóndito
donde pierden los cuerpos
su armazón vertebrado
y consume la llama
los últimos reductos
del cuerpo incinerado
ya su previo esqueleto
en lecho de violines
diluido
***
tragaba mis sentidos
devoraba mi alma
el órgano inundaba
eriales de silencio
en zonas de mi mente
donde reinaba el eco
de antiguos saxofones
provenientes del sur
allá donde la voz
desgarra el aire
con soplidos asmáticos
de jazz antropofágico
que sorbe hasta los tuétanos
del hueso más recóndito
donde pierden los cuerpos
su armazón vertebrado
y consume la llama
los últimos reductos
del cuerpo incinerado
ya su previo esqueleto
en lecho de violines
diluido
***
4 comentarios:
Me suena esta melodía. Y me suena muy bien. Suena de noche, a oscuras (aunque la palabra indique otra cosa).
Un abrazo, papá
Entre el padre y el hijo, el espíritu de la música.
Otro abrazo, Alfonso.
Me gusta, pero abusas de los esdrújulos. Siempre tus poemúsicas, tan miguelianas. Ha llegado la hora: publica ya.
AG
Alberto, lo que más me ha gustado de tu comentario es que ¡por fin! señales un defecto. La música jazzística es esdrújula y mágica, pero el abuso puede resultar cómico.
Un abrazo
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