martes, 29 de noviembre de 2011

Cantos rodados



Escucho el rodar de los cantos:
canción del río como un coro de piedra.
En la orilla
tiembla el junco como un pájaro
perseguido en su vuelo por el aire sutil del desamparo.
La transparencia del agua
refleja la conciencia herida del tiempo.
Se sumerge hasta el fondo. Allí se precipitan
los sueños. El sedimento turbio
que nos deshabita.

            ***

jueves, 24 de noviembre de 2011

Otoño



Inicia su viaje entre las notas mudas
de cada adiós. Abraza
la otoñal ausencia que se gesta
en el núcleo del alma. Destila
toda la soledad y su melancolía
la nueva luz que madura en las uvas de octubre.
Se vislumbra otro tiempo. Te esperan
otras voces. Era
este refugio de amistad y añoranza
algo más que azahar,
preludio de los cítricos silvestres.
Ahora lees otros versos
con ese digno oficio que requiere el silencio,
la atención de la brisa indolente de un inhóspito ámbito.
Huye y vuelve: Migra como las aves y retorna este invierno.
Siempre habrá un sol cálido en la plaza.


***

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Expresiones algebraicas



Había resuelto matemáticamente todos los problemas


(los suyos y los del planeta).


Había obtenido la raíz cúbica del hambre,


el logaritmo en base diez de la soledad.


El seno de Carmen y el coseno de Eva.


Había elevado a la enésima potencia los orgasmos


y reducido a la mínima expresión el odio contenido en la memoria.


Había sumado miradas


y aplicado la propiedad conmutativa


a las condenas a cadena perpetua y a la silla eléctrica.


Había hallado la derivada de una lágrima y la integral de un beso.


Había calculado infinitesimalmente los largos días


y las frías noches.


Hallado el área de los sueños, el volumen del amor


y la superficie de los círculos viciosos.


Había cribado –cual un nuevo Eratóstenes- del cero al infinito


el alfa y el omega, la náusea y la caricia, el ser y la nada.


Mas nunca logró resolver


(por más que lo intentara su algebraico cerebro)


lo más elemental:


Por qué un hombre sin rostro deambula errático,


a la hora de las sombras, revolviendo basuras.


Por qué la sangre desborda las arterias,


se vierte y se divierte con balas y cuchillos de letal terciopelo


y agujas imanadas de intravenoso celo.


Por qué se duerme un niño para siempre “en la cuna del hambre”.


Por qué el subsuelo se nutre de mineros.


Por qué el río se detiene al lado de un suicida


Por qué un negro puede morir entre algodón sin que tiemblen


las manos de Picasso


(por qué suenan sirenas en el Mississippi).


Por qué la noche corre tras las nubes como en West side story


y el viento se evapora y arrastra las esporas del silencio y del miedo.


Por qué los tigres y por qué los antílopes.


Por qué la música, por qué la palabra…


Por qué ella se fue aquella tarde tibia (tras vestirse despacio)


bajo la lluvia atlántica


y se perdió en las calles de una ciudad cualquiera.


Sonaba la trompeta de Miles Davis 



                                


       
Miguel Cobo

(Imagen: flavionet.com)

                                        ***

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Bloc de notas



Nos arrastró la vida
para habitar la noche.
Solos tú y yo en su orilla.
Solos con nuestras manos
constructoras de abrazos
para que el río nos lleve
hasta el mar de los sueños.

***

Nuestro río tambien dejó en la orilla
el recado del tiempo eternizado.

***

El tiempo se detuvo en la calleja
de las flores que capta tu detalle
como la sombra que teje la madeja
en la pared que es límite y es calle.

***


Miguel Cobo Rosa

domingo, 6 de noviembre de 2011

Hambre


De su pan de cerezas

De su vino de peces

De su fruta de luna

De su leche nocturna

De sus dulces moluscos

De sus acres frambuesas

De sus moras doradas

 (Continúa en barra libre)
 
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