lunes, 31 de agosto de 2009

O quítame a Jacques Brel



Llevaba tu maleta a la estación
(era mi cruz)
tu mirada era fría
(era mi luz)
tus lágrimas de hielo
me dejaste tus discos
(eso es pura crueldad)

Cómo pasar la noche escuchando a Jacques Brel
si tú ya te habrás ido y yo no sé qué haré.
Iré todas las noches a esperar cualquier tren
y cuando alguien se despida del amor que se aleja
y se escuche de fondo un ne me quitte pas
espero que regreses con una nueva música


o quítame a Jacques Brel


                                   ***

Miguel Cobo Rosa

domingo, 30 de agosto de 2009

El semáforo


Esa chica de azul que espera ahí enfrente en el semáforo ¿quién será?, ¿de dónde vendrá?, ¿adónde irá con el bolso en bandolera? Parece vulgar. No sé nada de ella, aunque en otras circunstancias pudo haber sido quizá la mujer de mi vida. Por la calle, entre los dos, pasa un furgón de la policía y el aire de la ciudad se rasga con sirenas de ambulancia. La chica será secretaria, enfermera, ama de casa, camarera o profesora. En el bolso llevará un lápiz de labios, un peine, pañuelos de papel, un bono de autobús, polvos para la nariz y una agenda con el teléfono de unos primos del pueblo, de algún amigo, de algún amante. ¿Cuántos amores frustrados habrá tenido? Los anuncios de bebidas se licuan en las chapas de los automóviles. Hay un rumor de motores. La alcantarilla huele a flores negras. La joven me ve desde la otra acera y probablemente estará pensando algo de mí. Creerá que soy agente de seguros, un tipo calvo, muy maduro, con esposa y tantos hijos o que tengo un negocio de peletería, un llavero en el bolsillo, un ignorado carné de identidad, una úlcera de estómago y cincuenta euros en la cartera. Se oyen violentos chirridos de caucho, La tarde ya ha prendido las cornisas. El semáforo aún está en rojo.

Si esa mujer y yo nos hubiéramos conocido en cierta ocasión tal vez nos habríamos besado, amado, casado, odiado, gritado, reconciliado, e incluso separado. Lleva un abrigo azul. Parece un poco frágil y vulgar. No sé nada de ella. Desde el otro bordillo la chica también me observa. ¿qué estará imaginando? Que soy un sujeto anodino, operado de apendicitis, con muchas letras de cambio firmadas para comprar un coche. Sin embargo pude haber sido el hombre de su vida. Pude haberla llevado a la sierra con una tortilla o a Benidorm con grandes toallas y un patito de goma. Finalmente huye el último coche y el semáforo se abre. Por el paso de peatones la chica avanza hacia mí y yo hacia ella. Los dos, al cruzarnos, sorbemos sesgadamente nuestro rostro anodino con una mirada y al llegar cada uno a la acera contraria ya para siempre nos hemos olvidado. En la ciudad se oyen sirenas de ambulancia.



Manuel Vicent

sábado, 29 de agosto de 2009

Noche décima


Llueve sobre Bagdad.
Llueve la muerte lágrimas letales.
Enormes lágrimas sin pena.
Lágrimas sólidas.
Lágrimas explosivas.
Estalla el miedo en el aire.
Florece la miseria en las ruinas.
Ningún genio surgió entre los escombros
donde yace la lámpara de Aladino
extinta ya su llama para siempre
en esta noche
de los mil y un bombardeos.
Algunos niños lloran en los refugios,
aunque nadie escucha sus gritos
apagados por el fragor de los misiles
y por la salmodia de los televisores
en los dulces hogares de Occidente.
Ninguna alfombra mágica
sobrevuela los cielos de Bagdad
y su ladrón se oculta
entre las sombras y los resplandores.
Los B-52 rasgan los siete velos
de la bella odalisca:
La danza de la muerte la desnuda.
Las palomas heridas
tornan al lecho de Sherezade.
El alfanje de luz que las persigue
inunda la medina.

***

Miguel Cobo Rosa

miércoles, 26 de agosto de 2009

Andén 2


Raudas las casas. Los viajeros transcurren
con sus fugaces rostros de lánguida impaciencia.
Pasa una nube, anuncia
la humedad de un deseo.
Te veo allí, recorres el andén
en el que vibra el aire como un beso
desprendido de un labio.
Hay un joven que espera. Se ha parado
el reloj en una vía muerta.
Pasa otro tren. Veloces ventanillas
visualizan tus gestos impasibles. Sus cristales
reflejan otros rostros con destinos inciertos.
El expreso chirría con rabia indiferente
su habitual desidia. Tú subiste a aquel tren
y de pronto el vacío maldijo los raíles.
Es el último adiós y ya no estás conmigo.
Canta Cesárea Évora y su morna nostálgica
licua tu recuerdo.

domingo, 23 de agosto de 2009

PROMENADE




(Don Álvaro en la disyuntiva)

El río posee su técnica como el viento sus ídolos.
Con qué violencia baja la persiana verde
en esta vieja casa, tal vez deshabitada.
Hay un clamor de himnos, de palmeras o lanzas,
sin fantasmas ilustres.
Vuelo del halcón peregrino persiguiendo una paloma
urbana
que defeca su miedo de víctima
sobre la blusa blanca de una adolescente
que lleva un libro en la mano (o viceversa).
Es en este libro
donde aparece el verso cuyo símbolo químico no es Fe,
pues el poeta de los párpados yertos
no tenía dioses, ni siquiera mujer,
ni sirenas varadas en la orilla del río,
cuando el arco iris protegía su escamado emerger
tras el ruido y la furia.
No era Séneca el que cruzaba el puente romano
ni el verso procedía del soneto de Góngora,
en la otra orilla:
“Oh excelso muro, oh torres coronadas!...”
La adolescente, tibia y enrojecida,
mas no por el rubor, sino por la inconsciencia,
arrancó una página del bello libro
y con el más estrambótico soneto
(quizá con sus reversos)
difuminó sobre su blusa blanca
la esencia y la existencia del alado terror,
mientras el halcón se elevaba sobre la estatua
del duque de Rivas
con la fuerza del sino entre sus garras
(ya don Álvaro besaba a la muchacha).
La técnica del verso tiene su biología.
Y es evidente que no todo poeta
posee una limpia biografía.


                           ***

Miguel Cobo Rosa

viernes, 21 de agosto de 2009

Insomnio


En algún lugar recóndito,
allá donde incuban los terribles reptiles del recuerdo,
donde la música se filtra entre los intersticios del alma
y las palabras devienen herméticas,
crecen enrevesadas ramas con hojas como dagas
desgarrando los sueños cotidianos,
erosionando la materia encefálica y su sustento óseo,
hasta el pundo de descubrir los surcos de la frente,
la mirada perdida, el rictus del tiempo entretejido,
si es que tú sigues siendo la Penélope que espera
en la consulta del médico una inesperada tarde de agosto
en la que todo el mundo pudo combrobar
que yo no soy Ulises ni tan siquiera el mismo.
Ni un solo rastro escrito, ni una fotografía.
Nada que me permita el exorcismo, desclavar las agujas
de este vudú nocturno que atormenta mi insomnio.

jueves, 20 de agosto de 2009

De una antigua estación


De una antigua estación proviene este otro tren desvencijado que deja en los raíles ocres manchas de herrumbre. Es el tren de los sueños perdidos, de las claudicaciones y las dudas, de aquellas cicatrices que antes fueron heridas (no de acero templado: de brumas, de falta de estaciones y destinos que fueron aplazados). Es el andén sin alma por exceso de sueños. Tren, en ti viaja la sombra más quemada de la conciencia prófuga, niebla del desamparo y vagones vacíos de esperanza y aliento. Viajeros derrotados que contemplan la fuga de los años prendidos al tendido del hilo telegráfico, las miradas perdidas de los cromos dorados del crepúsculo eterno que precede a la luna y su escolta de nubes migratorias. Qué duro es el silencio con que cruza la máquina los intensos magentas del invierno. Buscamos que la luz desvele las fronteras del país que acogió nuestras renuncias. ¿Qué mejor tren puede coger el hombre que un expreso de largo recorrido de laderas y costas, de acantilados súbitos próximos al abismo? Preferible es el mar que la tierra baldía. Mejor las estaciones sin parada, los infinitos túneles de miradas de ciego y ojos de modiglianis, buscar el equipaje ligero que el poeta dejara abandonado en las manos de Úrculo.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Nocturno en que nada se oye


En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen
sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento
en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
Y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
porque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nadie responde
porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse.


Xavier Villaurrutia

domingo, 16 de agosto de 2009

Volvería a luchar


Si tornara de nuevo a esta tierra sembrada de muerte
el ángel exterminador
¿Volvería a luchar? Me dolería
que no lo hiciera.
Percibo en su noble mirada la ardiente luz
que me sedujo entonces.
Observo la huella de quien camina ahora
sin punto cardinal de referencia
ni mapa en la memoria.
Veo las encaladas casas descendiendo hacía el río
habitadas de sueños irrealizables.
En sus pobres terrazas las sábanas tendidas
agitadas al viento como velas de un barco
que nunca zarpará, varado para siempre
en los escollos de la miseria.
Olivares sedientos de verdor inconcreto
se incendian a lo lejos con llamas de chicharras
delimitando el ámbito del tiempo y su música trágica.
Todo es igual: la tierra, el agua, el cielo;
los mismos jornaleros surcados por la siembra
que no es de su cosecha.
Volvería a luchar.

jueves, 13 de agosto de 2009

EVOCACIÓN


I


Gacelas heridas por la luna,
ebrias de luz,
descienden hasta el río.
El agua sueña el rumor de los siglos
y surgen desnudas las favoritas de los Omeyas
cada noche
cuando tus labios me precipitan en su dulce abismo.



II


Junto al muro de la mezquita milenaria
implacables verdugos
preceden a los gatos en su merodeo felino
ajenos unos y otros al muecín
y a la afilada hoja de su menguante luna.
Las ninfas de las aguas emergen
y buscan en las orillas a los vagabundos
seducidas por el titilar de sus navajas
y el fulgor de sus sueños erráticos.
Allá corre la sangre turbulenta bajo el puente
y el río desborda el cauce de los astros sonámbulos.




III


Setecientos jinetes con sus riendas de fuego,
sus ojos como brasas,
sobre la orilla izquierda
acechan y suscitan temor imponderable
y encienden la hoguera del miedo.
Escuchar la salmodia misteriosa del muecín
genera la inquietud expectante del que espera
peligros inminentes.
Transcurre el tiempo paralelo al agua.
Se esconden los espías sigilosos
entre las sombras del silencio nocturno.
Tan sólo la corriente rumorea la traición
cual oráculo líquido.
Por la secreta higuera
dagas centelleantes escalan las almenas.
Un afluente de sangre fluye raudo hacia el río.
La ciudad no despierta.




IV


¿Qué luz crepuscular te aflige,
princesa Azahara?

La voz del muecín
ahuyenta los últimos pájaros de la lluvia.

¿Quién en Bagdad anuncia
la madre de todas las batallas
al cabo de los siglos?

Desde el zigurat a Medina Azahara
el temblor de la historia recorre la distancia:

¿Quién afiló el alfanje y desgarró tu sueño?

(En la suave colina un joven arqueólogo
restaura inútilmente tu memoria)

                         ***

Miguel Cobo Rosa



miércoles, 12 de agosto de 2009

Ciertas noches madura la tristeza


Ciertas noches madura la tristeza
con un lento murmullo de conciencia.
De poco sirve entonces la experiencia
si sólo de la muerte se ha certeza.

Cubre el pensar de dudas mi cabeza
y aun sucumbo a despecho de la ciencia:
Penoso es extraer tal consecuencia
si al cabo todo acaba cuando empieza.

La verdad con palabras se desnuda
y sumerge en el río manriqueño
su concepto, su copla y su sentido.

¿En qué inútil afán el hombre muda
y disfraza su alma en necio empeño
si de su triste fin ya fue advertido?

lunes, 10 de agosto de 2009

MEMORIA Y DIGNIDAD


Me viene a la memoria
en un día de lluvia
y de canciones tristes
el recuerdo de aquellas trece rosas
rojas como su sangre.

Las jóvenes mujeres
que hoy vemos por las calles
de la ciudad nerviosa
tal vez no las recuerden
ni conozcan su historia.

Mas aun cuando no sepan
del dolor ni la lucha
su herencia ya es genética
y esta escrita en el mapa de la vida.

Se anuncia un nuevo tiempo
sin nada que perder
pues todo lo han ganado
con trabajo y constancia:
La dignidad hoy se escribe
con nombre de mujer.

domingo, 9 de agosto de 2009

HUIDA



Huyamos lejos, más lejos aún.
Hacia los bosques de las hojas de plata,
hacia el horizonte de las rocas rojas,
allá por las colinas del otoño,
donde se decantan los posos de las dudas
y se enreda la hiedra en el alma.

Huyamos tras las huellas
que dejaste en la playa de Maro,
tras el acantilado de oro,
cuyo brillo guardas en tus íntimas sedas,
tras las cuales se orienta mi olfato de setter
cuando roza mi nariz tu hierba entretejida.

Huyamos una noche, cuando la bruma oculte
la estrella polar que nos descubre
esta tierra que amamos
y ya desorientados nos perdamos los dos
en el abismo de tu sexo.

sábado, 8 de agosto de 2009

Tarde de tormenta


Sin ser de mí
te busco
a la luz del ocaso
ajeno al resplandor
que desgarra la tarde
en su penumbra herida
y encuentro en tu refugio
el hogar protector
la ventana entreabierta
vistas al infinito

jueves, 6 de agosto de 2009

TORREPEROGIL (Las Torres Oscuras)



Desde la torre alta
diviso el río;
desde la torre oscura
vislumbro el agua.

Torre de mi adolescencia,
torre de melancolía.

Honda huella de la piedra
en mi alma juvenil
dejó aquel sueño de siglos
del pueblo donde nací.

                 ***   

Dibujo de Manuel Jódar  



                 ***
              

martes, 4 de agosto de 2009

The Siren Songs


Thomas Feiner & Anywhen

EL ERIZO



El erizo despierta al fin en su nido de hojas secas,
y acuden a su memoria todas las palabras de su lengua,
que, contando los verbos, son poco más o menos veintisiete.

Luego piensa: El invierno ha terminado,
Soy un erizo, Dos águilas vuelan sobre mí;
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
¿En qué parte de la montaña os escondéis?
Ahí está el río, Es mi territorio, Tengo hambre.

Y vuelve a pensar: Es mi territorio, Tengo hambre,
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
¿En qué parte de la montaña os escondéis?

Sin embargo, permanece quieto, como una hoja seca más,
porque aún es mediodía, y una antigua ley
le prohibe las águilas, el sol y los cielos azules.

Pero anochece, desaparecen las águilas, y el erizo,
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
Desecha el río y sube por la falda de la montaña,
tan seguro de sus púas como pudo estarlo
un guerrero de su escudo, en Esparta o en Corinto;

Y de pronto atraviesa el límite, la línea
que separa la tierra y la hierba de la nueva carretera,
de un solo paso entra en su tiempo y el mío;
Y como su diccionario universal
no ha sido corregido ni aumentado
en estos últimos siete mil años,
no reconoce las luces de nuestro automóvil,
y ni siquiera se da cuenta de que va a morir.



BERNARDO ATXAGA, Poemas & híbridos, Plaza y Janés, Barcelona, 1997, pp. 5-6.

sábado, 1 de agosto de 2009

La escritura (y Éxodo)


A la vuelta de un sueño
encontré entre los restos del naufragio nocturno
objetos increíbles sin nombre y sin memoria.
Túnicas inconsútiles sobre cuerpos etéreos
de veloces fantasmas.
Manos sin huellas dactilares, sin tacto y sin caricias.
Acordeones mudos sin abrazos de ciego.
Lunas errantes sin praderas ni xious,
sin ríos donde mirarse ni lorquianos espejos.
Palabras sin poemas
surgidas de las simas de frustrados amantes
vagando como estrellas sin retorno posible.
Vírgenes desterradas de su cuerpo incompleto
paseando desnudas su abominable sexo,
su pureza culpable.
Y pájaros sin alas, sin música y sin aire
condenados a un vuelo perpetuo
entre cables y antenas de troposfera inhóspita.
A la vuelta de un sueño
me encontré con los restos del hombre que transcribe
el tormento y el éxtasis
y traduce sus dudas al idioma universo.